domingo, 25 de diciembre de 2011

Las suaves colinas de Kampala (XII). Pelea a sangre

Jugando seriamente
Foto original de Vicente Baos
El humo del tabaco inundaba la nave industrial propiedad del Bank of Kampala donde se celebraban las peleas esa noche. Por SMS, todos los invitados habían recibido la dirección elegida. Los coches aparcados ocupaban la explanada situada en la parte trasera del edificio. Poco a poco - cada asistente había recibido una hora de cita - iban entrando discretamente en la poco iluminada calle donde se encontraba el almacén. Los que debían llegar más temprano, los menos poderosos; los últimos en llegar, los más importantes. El orden, la discreción y las jerarquías de poder establecían las rigurosas normas. Dentro del almacén, el ring bien iluminado ocupaba la parte central; en los alrededores, mesas con comida y bebida, y en la esquina más alejada de la puerta de entrada, varias cabinas para efectuar las apuestas: dinero en efectivo, piedras preciosas, relojes de oro, cualquier objeto de valor era tasado inmediatamente para obtener las papeletas equivalentes al importe en dólares americanos. Era muy fatigoso contar millones de chelines ugandeses.
En un ambiente moderamente ruidoso, con la sala llena pero no incómoda, el presentador de la velada, comenzó su discurso:
- Señoras y señores, bienvenidos a nuestra sesión privada de boxeo. Todos ustedes han sido invitados para disfrutar en exclusiva de una noche especial. Combatirán los mejores boxeadores de nuestra tierra. Combatirán de forma limpia para que gane el mejor, el más fuerte, el más hábil. No admitimos simulacros, queremos peleas de verdad, que cada espectador sienta la energía que se desprende de dos luchadores fieros, para que llegue hasta ustedes su sudor, su dolor, su rabia, su odio. Para que haya esta noche... una buena pelea - finalizó gritando enfáticamente.
Los asistentes rugieron de aprobación, levantaron sus copas y pidieron que empezara la primera pelea cuanto antes.
- Antes de comenzar, les quiero anunciar una sorpresa - alzó la voz el presentador con su micrófono . Hoy queremos presentar un nuevo espectáculo. Las futuras figuras del boxeo están ya preparándose para triunfar. Los clubes participantes llevan tiempo entrenando en secreto a jóvenes promesas, algunas muy jóvenes, pero su fuerza y coraje supera, en algún caso, a la de los boxeadores consagrados. Esta noche vamos a tener unos combates muy especiales. Los chicos y chicas - sí también chicas, y verán qué chicas - van a demostrarnos de lo que son capaces. Solo pondremos una condición. Las peleas no llevan límite de tiempo ni de asaltos, las peleas se pararán cuando el primero de nuestros jóvenes boxeadores que combaten tenga sangre. Sangre, fruto de sus ganas de pelear, sangre de que saben sufrir y aguantar, sangre de ser unos campeones. ¡Pelea a sangre! - gritó y el público coreó repetidamente. 
Enardecidos por el ambiente, los primeros boxeadores subieron al ring. 

2 comentarios:

  1. Doloroso discurso... ¿Dónde quedó el respeto por la niñez?
    Ni en la época de las cavernas, se trataba así al futuro del mundo.

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  2. Gracias Gabriela. Este relato es una ficción basado en datos reales.
    Un cordial saludo

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