domingo, 13 de mayo de 2012

Las suaves colinas de Kampala (XXIV) Diez a uno

Caminos de Uganda
Foto original de Vicente Baos

Las peleas comenzaron dos horas después de su llegada. Cansados de calentar, los boxeadores pululaban por los alrededores del ring y del jardín. Aunque no podían acceder a la casa, observaron la llegada de los invitados en sus todoterrenos lustrosos como si las carreteras de Uganda fueran impolutas autopistas de Alemania. Nabulungi buscaba con la mirada a Twebaze pero éste estaba ocupado arrastrando madera para mantener las fogatas que delimitaban el área del ring. No podía evitar pensar en el tipo de sorpresa que Tagan había preparado para ella. ¿Habría alguna boxeadora mejor preparada que ella procedente de otro gimnasio? Había oído hablar de una gigante keniana que tenía gran fama en el vecino país. Pero ¿eso era una sorpresa o una sentencia de derrota y muerte? El nerviosismo se estaba apoderando de ella mientras pasaba el tiempo. Ni siquiera habían empezado las peleas de los mayores. Había cenado antes de salir pero un enorme agujero de vacío hambriento se abría en su cuerpo. Las gradas se fueron llenando de un público similar o el mismo que en la otra ocasión. Orondos dirigentes o empresarios ugandeses black, brown o white junto a un numeroso grupo de chinos, todos ellos con arregladas acompañantes y su corte de guardaespaldas. Las peleas se anunciaron tras cesar la música de reggae africano que no había parado de sonar desde que la luz volvió a la casa. 
Cuando se anunció la primera, los guardaespaldas corrieron hacia la caseta donde se habían instalado la oficina de apuestas. Previamente, se habían hecho apuestas por el número de orden, sin saber quien la protagonizaría. Nabulungi, sabía que su pelea era la octava. Los más jóvenes siempre iban los últimos, incluido los dos chavales de 8 años que habían llegado hacia poco a la casa para hacer su primera pelea “a sangre”. 
Los primeros combatientes habían sido dos compañeros de la casa, habían llegado juntos y tenían una buena relación, algo que el presentador se había encargado de remarcar: “Van a combatir dos buenos amigos que nunca se han atrevido a pegarse fuerte” había dicho entre las risas de los asistentes. “Estamos deseando ver quién es más fuerte, quién tiene más ganas de ganar, aunque sea a costa de hacer daño a su amigo” dijo con tono equivoco. La pelea comenzó suave, pero bastó unas palabras de Tagan a ambos para que la intensidad de la pelea subiera de nivel y el que era más menudo acabara machacado e inconsciente en el centro del ring en el tercer asalto. La gente había apostado masivamente por el ganador y estaba contenta, bebiendo y hablando en el descanso. Las peleas se sucedieron, alternativamente una de ellas era competitiva entre los boxeadores y la otra desproporcionada. En éstas, uno de los combatientes era tan superior al otro que parecía más una paliza de barrio que un combate. Llegó el turno de Nabulungi y la sorpresa esperada. Según el presentador, el azar había decidido que el contrincante fuera Akello, el adolescente brutal que Tagan había incorporado a su cuadrilla. Un temblor recorrió el cuerpo de Nabulungi. No estaba preparada para un combate mixto de verdad. En la casa habían sido escaramuzas de entrenamiento, nunca había combatido de verdad con un chico, y menos con alguien tan fuerte como Akello. Buscó la mirada de Tagan y éste se la devolvió fríamente como diciendo: ya sabes lo que tienes que hacer. El público miró desconcertado a la pareja que se subía al centro del ring. Alguno incluso gritó si aquello era una broma. El presentador  tenía preparado el discurso de introducción a esta pelea.
- Cálmense, señoras y señores. Aquí ven ustedes a los futuros campeones mundiales – enfatizó, de boxeo de toda África. Una chica y un chico, muy jóvenes, pero aún así, las grandes promesas del boxeo ugandés. Akello se llama el chaval. Fuerte como una roca, aguerrido como un cazador, con mentalidad ganadora, nunca deja una presa libre hasta que acaba con ella. Nabulungi es el nombre de ella, no lo olviden. La mejor luchadora del black hole, ningún hombre pudo atraparla y muchos lo intentaron. Corre como un leopardo, se escurre como la serpiente y cuando ataca, sabe tocar los puntos débiles de sus enemigos. Además tiene una gran motivación. Ha prometido a Tagan, su entrenador, que en esta pelea va a dar todo lo que ella es capaz de hacer y de sufrir, porque si no, ustedes se pueden imaginar, su destino podría ser los jardínes de los hoteles de Kampala.
Un murmullo recorrió el área del público y acto seguido, se empezaron a mover para realizar sus apuestas.

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